Friday, March 18, 2022

LA CRIATURA DE SAN FRANCISCO Por María de la Selva

Entre el 25 de abril y el 26 de junio de 1945, delegados de cincuenta naciones se reunieron en San Francisco, California con el propósito de estudiar y redactar acuerdos para establecer un nuevo organismo internacional que velara por la paz del mundo. La escritora nicaragüense María de la Selva quien en esa época residía en México, publicó en su columna REALIDAD Y SUEÑOS del 5/19/1945, el agudo artículo que les comparto.  Me maravilla la pluma de María de la Selva y me impresiona cómo después de tantos años, nuestra búsqueda de la paz continúa igual de agotadora.

Con orgullo les cuento que María de la Selva es mi tía porque mi madre y ella eran hermanas.

                                                             5/19/1945
LA CRIATURA DE SAN FRANCISCO Por María de la Selva

La conferencia de la Paz en San Francisco ofrece la angustiosa incertidumbre de no saberse que Paz va a nacer allí. . . Las Naciones Unidas se encuentran en el doloroso trance de dar a luz a una criatura maravillosa. El mundo entero está pendiente, la criatura puede nacer muerta. . . Haciendo de parteros están los cuatro grandes, los pequeños acaso tengan que desgarrar su carne para el advenimiento.

Una vez hubo Paz en el mundo. Las puertas del templo de Jano permanecieron cerradas: "Del seno de la paz de las naciones nació el Cristo". . .

Las puertas de la Ópera en San Francisco están ahora abiertas y funcionan sus elevadores ocultos. Al templo de la música están entrando ahora multitudes: Del seno de la paz de las Naciones Unidas, puede ahora nacer el Anticristo. . .

La hora es de tragedia. Recordemos la leyenda de San Jorge y el Dragón: San Jorge debía cuidarse que el dragón no le salpicase con su sangre, porque entonces se convertiría en una fiera más temible que el dragón mismo, y en ese caso, era preferible no matar al dragón.

Las Democracias se enfrentaron hace escasos seis anos al dragón totalitario. Más he aquí que este dragón tiene cuatro cabezas y apenas han caído dos, bien que la tercera está casi vencida. Con todo, la cuarta cabeza, la cabeza roja del dragón totalitario está más fuerte que nunca y con sus rugidos hace temblar al mundo que, debilitado, parece estar dispuesto a obedecerle. ¡Ay, si el dragón totalitario logra salpicarnos con su sangre!. . . ¡Estaremos perdidos! ¡Que no se manchen con la sangre del dragón las manos democráticas que han de hacer justicia a Polonia, a la India, a los pequeños!

. . . ¡Y que haremos con la Paz si nace muerta!. . .

¿Podríamos tener fortaleza de espíritu para regar un rosedal o para leer a un viejo poeta, a George Herbert? . . . Su poema "Peace" en el que celebra la paz como fruto de labor humilde antes que producto de triunfos imperiales, debe tener actualidad solemne en estos días trágicos. Dice así:

         "Dulce Paz ¿dónde tu habitas?

Humildemente pido me lo digas. Te busqué en secreta caverna, preguntando si allí estaba la Paz, y un viento hueco pareció responderme: No, búscala en otra parte.

         "Asi lo hice, y advertí, al partir un arco iris. A buen seguro pensé, este es encaje del manto de la Paz; indagaré. . .

         Pero a medida que miraba, las nubes de inmediato se rompieron y dispersaron.

         Fui luego al jardín en donde espigó una galante flor de Corona Imperial. Seguro, dije yo, la Paz debe residir en su raíz. Más cuando escarbé, miré que un gusano devoraba lo que tan bien se mostraba.

         Al fin hallé a un buen anciano reverendo, quien, cuando le pregunté por la Paz, comenzó así:"Había un príncipe de antaño, que vivía en Salem y con buen incremento de ganado y granero.

         "Dulcemente vivía, empero la dulzura no le salvó de enemigos su vida. Pero después de su muerte, surgieron de su fosa doce tallos de trigo; maravillándose de lo cual hubo quienes tomaron de sus granos para sembrar.

         "De modo que prosperaron extraordinariamente y pronto se dispersaron por toda la tierra, pues quienes los prueban afirman que poseen virtud, virtud secreta, que da paz y alegría ahuyentando el pecado.

         "Toma de este grano, que en mi huerto crece, y que crece para tí; haz pan de él; y aquel reposo y paz que en toda parte tan anhelosamente persigues, hallarás que solo aquí se encuentra." 



Tuesday, March 8, 2022

Ondas atávicas --- Por Gina Sacasa-Ross

 Me sé hermosa. Mi figura, definida por el soberbio equilibrio entre  mi cabeza y mis piernas, destaca por atlética. Mi único pecho es amplio y suave; mi cintura breve como línea que huye. Largos cabellos enmarcan mi rostro rectangular.  No sé quien fue mi madre, menos aun mi padre, pero puedo decir que soy un espléndido resultado de la mezcla ancestral de mis tribus: griega e indígena. Y que esta diversidad me da un aura de poder y misterio.

No siempre fui así, debo reconocerlo. El agua fue la fuente de mi fortaleza. Ella, a quien secretamente llamo, ¡madre!, jamás ha fallado en orientarme, protegerme.

Nací en la ribera del río Marañón, precisamente donde el ímpetu de su caudal ha erosionado la meseta andina formando profundo cañón. Sin embargo, crecí en el lugar donde sus aguas se tornan quietas como cristal. Esa dicotomía  me enseñó a temprana edad que las energías del agua pueden conjugar vida o muerte.

Luce sana dictaminó  nuestra Reina de Asuntos Domésticos. Empero, hay que aguardar que Ares manifieste su voluntad.

Por lo que, según nuestra costumbre permanecí a la intemperie el tiempo reglamentario. Debe haber sido entonces que el agua me adoptó como hija porque el río (seguramente obedeciendo designios supremos) a lo largo de la crucial prueba, periódicamente mojaba mis labios para nutrirme hasta que las autoridades tuvieron a bien autenticar que mi destino era vivir. 

El agua será su poderosa aliada vaticinó después alguien de la comitiva real.

Mi instinto convirtió ese augurio en tabla de salvación a la que me así durante todo mi entrenamiento. El cual comienza desde nuestra más tierna infancia porque para sobrevivir como amazona, somos adiestradas en múltiples faenas y muy pronto debemos demostrar que  dominamos la pesca,  la caza y el manejo de armas. 

Ningún hombre vive en nuestra comunidad. Cuando nace un varón es mutilado y abandonado a su suerte o en el mejor de los casos entregado a su progenitor.

«De poco sirven los hombres». Es un lema que escuchamos continuamente. 

 «¡Sólo las valientes son útiles»!  Es otro. Si alguna demuestra debilidad o miedo es sometida a burlas y castigos tan despiadados que nuestra memoria genética hereda su recuerdo.  

Cada quien escoge la manera de acorazar flaquezas. Yo, siguiendo aquella voz interna que me acompaña, recurro siempre al agua para recargar fuerzas y esclarecer enigmas.

Sus ondas son todo para mí: Identidad, porque al sumergirme en lo  más hondo de su corriente, su ondular semeja los añorados desplazamientos del útero que acunó mi gestación.  Esa afinidad libra mis sentimientos de desconcierto y da luz a mis orígenes.  Revelación, porque observando mi reflejo en su orilla llegué a conocerme como en el mejor de los espejos… y mejorar. Aquel día en que me vi tambaleante con el rostro bañado en llanto limpié las lágrimas de un manotazo; como madre orgullosa, las aguas dibujaron mi imagen fortalecida. Dominio, porque a pesar de que esa íntima experiencia me colma de alegría, cuando regreso a la superficie soy capaz de ostentar un rostro impenetrable.

A los doce años estaba plenamente consciente de lo que se esperaba de mí: coraje y sumisión. Hice gala de uno y otro cuando, cumpliendo ritos inmemoriales, quemaron mi pecho derecho. No proferí un sollozo. Despacio, caminé hasta el río; las aguas mitigaron el espantoso ardor. 

Al alcanzar la adolescencia, mi hermosura, acordó el Consejo Supremo, indicaba que los dioses me habían elegido para continuar nuestra raza.

Con esa misión me embarcaron con destino a Iquitos.

Debes procurarte un hombre que te preñe. Es el único propósito para el que nos son necesarios—. Me instruyeron.

El perfil de la antigua ciudad concordó con mi genealogía: percibí mi físico en su elegante arquitectura europea y la fogosidad de mi espíritu en su exuberante vegetación selvática. Esa apreciación  incrementó mi confianza. Además, mi madre Agua revolviendo los caudales del Amazonas, Nanay e Itaya  en una sola corriente oscura, rodeaba Iquitos por todas partes en perfecta complicidad con mi plan. 

Mi juventud explosiva, rival en belleza de las imponentes plantas de Victoria Regia naturales de la región, no pasó desapercibida en la Plaza de Armas de la ciudad. Los hombres zumbaban como moscas alrededor mío pero yo (por lo arraigado que tenía en mí la convicción de su poca valía) los desdeñaba.

Hasta que apareció aquél.

Me recorrió de arriba abajo con la mirada.

¿Cómo te llamas?

El eco de su voz reverberó en mi memoria; por un instante sospeché que ya nos conocíamos.

Hipólita y ¿tú?

Vi su mandíbula tensarse.

Heracles.

Nuestras miradas se encontraron.  Una chispa de emoción pareció asomar a sus pupilas ¿o sería el reflejo de las mías?  

¿Qué haces aquí?

Busco un hombre que me preñe.

El golpe de lujuria le abultó las venas de la sien.

Sin más palabras, caminamos tomados de las manos cual viejos amantes. Atrás dejamos la plaza, las iglesias, las casonas antiguas recubiertas de mosaicos europeos; yo buscaba un lugar apartado fuera de la ciudad pero cerca del agua.  Sabiendo que el perfume de mis deseos enloquecería su libido, acerqué cuanto pude mi cuerpo al de él.

Caímos uno sobre el otro bajo un gigantesco Lupuna.

Su belleza me impresionó. Sus músculos superaban los míos. Pensé que iba a quebrarme bajo su peso, pero sus brazos me sostenían. Entreabrió  mi boca con sus labios mientras sus manos exploraban lentamente mi cuerpo como buscando un tesoro. Dejé que hiciera su trabajo. Asido de mis caderas me atrajo hacia él con  firmeza; el vaho de su respiración me humedecía. La poderosa llave de su pasión penetró entre mis muslos. Y debió también abrir el cofre de mis ilusiones porque miles de ellas volaron liberadas.

Algo inesperado sucedió.  Gemí de placer acoplándome sin proponérmelo al rítmico vaivén que me mecía. Me apreté a su abrazo…quería no separarme de ese hombre jamás; ser suya para siempre.

Alarmada busqué auxilio en mi interior. 

Agua…

¿Tienes sed?

Sobre mi pielsusurré en su oído.

Rodamos hasta el rio y en efecto, el agua me devolvió la entereza. Volví a ser la fiera amazona que mi tribu  moldeara.

Abrázame pedí.

Cegado aún por la concupiscencia (atávico en su género) se inclinó sobre mi pecho. Aproveché el momento: aguanté su cabeza bajo el líquido hasta sentirlo inmóvil.

¡Emergí triunfante!

Regresé a mi pueblo victoriosa pero infeliz. Achaqué mi tristeza al embarazo aunque  constantemente inquiría la verdad a mi madre Agua, escudriñando su torrente.

A fuerza de mi obstinación, ella terminó revelándomela: Mi alma y la de aquel hombre encadenadas a la historia de nuestros nombres están destinadas a reencontrarse una y otra vez, hasta que, una de las dos tenga el valor de aceptar que se complementan. Solo así se logrará romper el ciclo fatal creado por los conceptos errados que nos condenan.  ¡Solo entonces seremos capaces de conocer el amor y alcanzar la paz!<>

                               Credito:wikipedia.org


Monday, March 7, 2022

¿DESPIERTA MÁS INTERÉS UN LIBRO ESCRITO POR UN HOMBRE O POR UNA MUJER? -Ensayo por Gina Sacasa-Ross

Credit:es.wikipidia.org


 1. Introducción

El debate de los géneros no es exclusivo a la Literatura.  Desde hace mucho tiempo,  la balanza que valúa la relación hombre-mujer viene inclinándose hacia una asimétrica jerarquía que acusa preponderancia al sexo masculino. Reflexionando sobre lo mencionado, viene a la mente si la interrogante: ¿Despierta más interés un libro escrito por un hombre o por una mujer? es una inocente inquietud o implica una trama que podría conducir a desenmarañar el nudo de la supremacía intelectual en el género.

La tarea de esclarecer esa duda es compleja y ya ha sido emprendida por destacados historiadores. Este breve ensayo sigue con curiosidad esas huellas y desanda el camino recorrido por la palabra desde sus comienzos, en busca de algún indicio que derrame luz sobre si  la especie humana  alcanzó su desarrollo intelectual gracias a un diseño implantado en su estructura original que concediera liderazgo a uno de los dos sexos: femenino o masculino y por lo tanto, genéticamente, uno de ellos  disponga de más capacidad, más habilidad, más categoría, para contar mejor o  enseñar más que el otro. 

Hasta ahora, lo que se ha constatado es que la humanidad sostiene su existencia en el proceso natural que requiere igual participación de los dos sexos. Veremos si estos repasos logran descubrir algo novedoso.

2. Desarrollo

El paso de los siglos ha trazado un profundo caudal de vivencias y circunstancias asociadas desde luego con el desarrollo y la evolución que ha ido forjando y sedimentando la HISTORIA. Así con mayúscula, con el respeto y la distinción que merece, pues es el componente que conforma la existencia del ser humano y deja establecida la memoria colectiva. Todo es, en definitiva, historia, o se convierte en ella. Incluso el futuro aguarda por nuevas premisas que se añadirán a esa maravillosa Historia de la Humanidad. 

El detonante que arrastra el origen de la humanidad tiene su punto de partida en dos entes distintos, pero complementarios: el hombre y la mujer, o lo que es lo mismo, los dos géneros, el femenino y masculino, imprescindibles para la continuación de la especie animal, que, salvo unas pocas (quizás por primitivas), requieren de la interacción macho y hembra para sostener la continuidad del reino animal. La raza humana demanda para su sustento la unión del hombre y la mujer (hay, desde luego, procedimientos médicos para evitar el contacto físico, pero éste de momento no se logra sin la fecundación de un óvulo aportado por la mujer, por un espermatozoide suministrado por un hombre). Este hecho aparentemente elemental lleva a los orígenes de la creación. ¿Cuál de ellos puede reclamar la supremacía, el hombre o la mujer? ¿Lideró la evolución de nuestra raza, el hombre o la mujer?  No hay respuestas. 

La Biblia plantea que Dios creó al hombre y de una de sus costillas hizo a la mujer. Bella teoría, que solo tiene una respuesta desde la fe y la existencia de un creador omnipresente y todopoderoso. Por ello se le da los términos de altísimo, supremo, hacedor, el Señor.  Pero en la práctica  la verdad, una única verdad, no la ha podido establecer nadie, por lo que existen muchísimas versiones al respecto, que no es el propósito de este trabajo deslindar. 

Lo que sí intentará este trabajo es ahondar en el análisis: ¿Despierta más interés un libro escrito por un hombre o por una mujer? Hay una respuesta quizás sencilla: el libro que más interés despierta es el que esté mejor escrito, el que aporte nuevas ideas, el que toque las fibras del lector, el que trascienda su época, es decir, el que logre permanecer en la historia. Pero la idea a desarrollar es mucho más abarcadora.  

Parte del desarrollo de la creatividad y a quién le pertenece la más relevante autoría de un libro, tiene que ver con las comunicaciones. ¿Cuánta participación habrá recaído y recae sobre el cerebro de las féminas en el ancestral pero continuo proceso de evolución de la raza humana?  

Como para esta nueva pregunta no hay que partir de conceptos religiosos, resultará más fácil estimular la reflexión sobre el tema, lo que permitirá sustentar y exponer, aunque sea brevemente, los orígenes de la escritura, su desenvolvimiento y alcance hasta la fecha. 

El análisis es más bien un ejercicio de nebulosos resultados; a veces, la balanza parece inclinarse hacia la supremacía del hombre, para en otras irremediablemente favorecer a la mujer.  

Lo que quizás sea más plausible apoyar, es la percepción de que desde su primer instante el ser humano, sin distingo de sexo, fue imbuido con un espíritu de intuición que le nace como un leve palpitar desde las profundidades de su subconsciente y va lentamente empujando al cerebro, obligándolo a imaginar, a suponer, a discurrir, a dar forma, hasta que un buen día estalla y se materializa.  Es precisamente cuando ese espíritu de intuición estalla y se une al  conocimiento adquirido por el contacto con la naturaleza y con sus semejantes, lo que  ha permitido al ser humano fomentar  el intelecto para ir descubriendo aptitudes,  alcanzando habilidades y, desarrollando herramientas en  su cotidiano andar que le permitan mejorar su vida. Una de las más valiosas de esas “herramientas” ha sido la escritura. Mi intento en este ensayo es entender como la obtuvimos. 

El animal que habla

Casi todas las especies se comunican entre ellas. Lo que en definitiva es una necesidad para crear un orden, un equilibrio, un balance y una disciplina de convivencia. Los documentales mostrados en la televisión que minuciosamente estudian las vidas de diversos animales, desde las hormigas en su laboriosidad, o los pingüinos en Alaska, conducen a un término común: comunicación.  Todos los grupos tienen una manera para hacerlo, pero el ser humano es el único que ha evolucionado su método cardinal consistente en gestos y sonidos, hasta desarrollar el lenguaje, o sea, el sistema de comunicación oral, que es el más codiciado y avanzado. El uso de palabras estructuradas de manera convencional para expresar deseos, sentimientos y nombrar las cosas que le rodean. Esta habilidad es propia por igual, en hombres y mujeres. No hay diferencia alguna en la manera de expresarse ante un hecho determinado. Aunque sí hay sutilezas: la mujer es más hipersensible, soporta con mayor estoicismo el dolor, es en muchos aspectos más práctica. Por su parte el hombre tiende a buscar el resultado final, se entrega a la naturaleza y la enfrenta, es muchas veces más cerebral.

Desde la época que habitaba en cavernas el hombre primitivo producía sonidos guturales  porque carecía de un lenguaje articulado. Pensemos en las personas que hoy en día no tienen el don del habla, pero se comunican con sonidos y gestos. Así fue el hombre en su momento. El manejo de la mímica, con el propósito de compartir las diversas experiencias y compendios encontrados en su camino, llevó en el proceso de la evolución a convertir un sonido, una y otra vez repetido para indicar algo en específico: lo que hoy llamamos la palabra. Y un sonido diferenciado de otro, indicaba otra situación, y ese “ruido” devino en otro término, hasta que muchas palabras alcanzaron la dimensión de frase, de oraciones. Pero antes de las palabras esos mismos hombres y mujeres, que no podían nombrar a un bisonte, lo pintaban en sus cuevas. Ahí están las cavernas con pintura rupestre cuya simbología, todos podemos identificar. Quizás de las más conocidas sean las Cuevas de Altamira. 

Entonces, ¿Fue el hombre el primero que usó sus manos para recrear lo visto? ¿O fue mujer la primera en hacerlo? ¿Quién de ellos, hombre o mujer, ideó como forjar figuras con las manos?  ¿Cuál de ellos, hombre o mujer, descubrió que si usaba el poder de sus manos para trazar un recuerdo, ese recuerdo cobraba forma? No se sabe.

Lo que trascendió es que el dominio de ese poder dibujar con las manos derivó en escritura, pues a uno de ellos,  mujer u  hombre, se le ocurrió que si combinaba el lenguaje a ese poder de las manos, lograba establecer permanencia.   Esa creación incluye por igual, a las mujeres y los hombres, pues la escritura es parte de la evolución y desarrollo del ser humano. El lenguaje y la escritura es lo que distingue y ha hecho al ser humano superior al resto de las especies.  

Sin embargo, no se sabe a ciencia cierta cuándo le fue dado al ser humano el don de la palabra aunque se atribuye el privilegio a nuestros primos lejanos los neandertales quienes según se dice, vivían en comunidades sociales unos 500,000 años atrás. De lo que si podemos dar fe gracias a la investigación antropológica realizada entre los diversos pueblos del mundo, es que hablar, permitió al hombre crecer, modernizarse, dejar testimonio de su tiempo. Comenzando con símbolos como los jeroglíficos egipcios (aunque todavía queden muchos por descifrar) o, el Popol Voh (que también sigue siendo un gran misterio), pero que en general le permitió crecer y desarrollarse, es decir, comenzar a comunicarse a través del lenguaje escrito. 

También, al principio, los conocimientos y las experiencias se  transmitían de generación en generación mediante la oralidad. Los mayores a los jóvenes,  los nuevos padres a su prole, y así sucesivamente. Eso es lo que ha permitido, junto a la escritura, transmitir lo que hoy llamamos “una cultura”. La propagación de boca en boca de esas experiencias primigenias cuyo principal soporte era la memoria, ha sido la base del mejoramiento y el crecimiento social. La cultura oral fue cimentando las costumbres, divulgando mitos, leyendas,  popularizando tradiciones, construyendo la Historia. 

Perfectamente se puede asumir la oralidad como base de la “escritura”. Todos sabemos que Homero no escribió La Ilíada ni La Odisea, que estas historias épicas que se le atribuyen se transmitieron de voz en voz, de generación en generación hasta que alguien comenzó a asentarlas en papel.  Este es uno de los más claros ejemplos de la importancia de la oralidad, o lo que es lo mismo, la literatura oral, que en este caso se engrandece con la escritura. En esencia, las narraciones orales representan el ambiente humano y social alcanzado por cada comunidad primitiva. Quizás por ello difieren tanto en las diversas regiones del mundo de acuerdo a la cultura ancestral de cada pueblo. En nuestros días la influencia de la oralidad comienza en la infancia. Los pequeños escuchan a sus padres contarles historias, luego leérselas a la hora de irse a la cama, hasta que ellos mismos aprenden a leer; algunos se convierten en buenos lectores y escritores.  

Fijando la palabra

Tras conquistar el habla, nuestros antepasados se vieron en la necesidad de plasmar esas palabras. En un tiempo se cincelaba en las piedras, como se atribuye a las Tablas de Moisés, con los Diez Mandamientos. La idea de fijar esas narraciones para darles permanencia y proyectarlas en el tiempo, es decir, colocarlas en la Historia, fue el combustible que abrió el camino que llevó a la escritura.

Esa misma necesidad de dejar testimonio trajo consigo dibujos con elementos pictóricos y pigmentación para lograr resaltar los símbolos. En ellos, el hombre o mujer primitivos representaba a través de simples dibujos,  objetos, cosas, conceptos o formas que los hubieran impactado estableciendo sin sospecharlo la protoescritura. Pero, ¿quiénes pintaban dentro de las cuevas, los hombres o las mujeres? ¿Serian los hombres quienes eran los que salían de caza o tal vez las mujeres que se quedaban en casa imaginando lo que ellos traerían consigo? Se estima que algunos de los más antiguos de esos trazos hallados se remontan a Tanzania (sureste del continente África). Posteriormente, aparecería un sistema importante de dibujos que llegarían a inventar tres tipos básicos de escritura: jeroglífica, hierática y demótica; esta última correspondiente al Periodo tardío de Egipto. Luego, Mesopotamia ubicada en la actual Iraq, implementaría las primeras formas de escritura cuneiforme.

Existen seis lugares en el mundo donde se inventó la escritura de manera independiente: Mesopotamia, Egipto, China, Valle del Indo, Mesoamérica y la Isla de Pascua. Se estima que en Mesoamérica la escritura fue inventada por la cultura olmeca a lo largo del primer milenio antes de Cristo. (Elena San José Ortigosa, Diego Ruiz Pérez, "Los sistemas de escritura mesoamericanos, México, Noticonquista". http:www.noticonquista.unan/mx/amoxtli/1987/1985. Visto el 02/05/2021).   Sin embargo, aún persiste la pregunta: ¿A cuál de nuestros antepasados debemos tal avance?  ¿Al hombre o a la mujer?

Los sumerios creían que Innana, diosa del amor y la belleza, soberana del sexo, el deseo y la fertilidad, le robó la escritura al dios Enki dueño de la Sabiduría mientras este estaba borracho y se la otorgó a la humanidad.

Los egipcios en cambio, adjudican la creación de la escritura a Tot.

Tot es el Dios de la sabiduría, la escritura, la música y los sueños. Vale señalar como detalle curioso que Tot no es un hombre, tampoco una mujer, es un ser con cabeza de Ibis, o sea cabeza de ave. Un ser híbrido, de los cuales hay varios en las distintas culturas, como las sirenas, parte mujer, parte pez; o el propio Kukulcan, Dios Maya, que es serpiente y es ave, pues es la Serpiente Emplumada. Entonces, tomando en consideración esos detalles, se podría decir que la  creación de la escritura no es atribuible al hecho de ser hombre o  mujer. Además, se puede presuponer también que la escritura y el habla pudieron ser aportadas por visitantes extraterrestres. Todo está plagado de teorías, de leyendas maravillosas, de sorprendentes mitos. Quizás esas creencias sean solamente una alegoría, lo que sí es más factible asegurar es que la escritura nació como fruto directo de la tradición oral. 

La prodigiosa imaginación que bulle en la mente humana seguiría explorando nuevos caminos, evolucionando, conjugando signos con sonidos fonéticos, siguiendo, casi por instinto, el deseo de concretar el lenguaje, plasmarlo y trasmitir por su medio la historia y la cultura de manera más estable. 

Se cree que trabajadores semíticos en la zona egipcia del Sinaí fueron quienes lograron desarrollar el primer sistema de escritura totalmente alfabético hacia el 1850 a.C. Aunque no se sabe a ciencia cierta si la practica alcanzó a difundirse a otros lugares o surgió espontáneamente en diferentes culturas, sabemos que el camino de la escritura ha sido largo y tendido: China, Mesopotamia, Egipto, México, y que se alimentó de la narración oral. La epopeya de Gilgamesh, una narración de origen sumerio grabada en tablillas de arcilla con escritura cuneiforme, cuya primera versión se remonta al año 2000 a.C.,  es sin duda buena prueba de ello.  

Principios de la literatura escrita 

Una vez establecida la escritura, nuestros antepasados tuvieron no solamente la oportunidad de narrar sus experiencias a los jóvenes, sino que de heredarlas de forma más estable a generaciones futuras plasmando sus pensamientos, conocimientos e ideas con signos sobre un soporte material que les daría permanencia. 

Una de las fabulosas consecuencias que la escritura ha permitido alcanzar a la humanidad es la literatura escrita, que continua  aquel impulso de mandato apenas perceptible en las profundidades de la mente de nuestros primeros ancestros, y sigue evolucionando lenta pero consistentemente de los pensamientos a las palabras, de las palabras a los dibujos, de los dibujos a las letras, de las letras a las representaciones gráficas, hasta que el ser humano conquista la capacidad de compilar un conjunto de saberes, como la gramática, la retórica, la poética y obtiene la habilidad, el arte, de asentar testimonios de hechos correspondientes a cierta época  de tal manera que puedan llegar a ser compartidos con la posteridad. 

Este arte que fue desarrollándose en diferentes localidades del mundo, pronto se convirtió en instrumento importante para la Historia. 

Desde el comienzo, se consideraba que lo escrito constituía lo apreciado como transcendental. Es decir, lo que significaba mucho más allá del simple reflejo de sucesos de la vida cotidiana; por lo que también ha servido para indicar el grado de civilización alcanzado por un pueblo. 

Cuna de la literatura escrita fue(ron) los grandes imperios mesopotámicos, al igual que Egipto, India, China, Grecia y Roma. Los primeros textos conforman lo que conocemos como Literatura Antigua y comprenden hasta el siglo V.  Por su parte, las culturas maya, azteca e inca en América son consideradas de igual relevancia debido a que también eran imperiales, urbanas y guardaban algunas formas similares de registro histórico.

En cuanto a la historia de la literatura escrita en español aparece bajo la clasificación de Literatura Medieval Edad Media (Siglo V al XV) y nos remonta al siglo X con las Glosas Emilianenses escrito en forma románica-española. Un siglo después aparecerían Las Jarchas, breves composiciones liricas de carácter amoroso. Aunque, el texto considerado fundacional de la literatura en español, sea el Cantar de Mio Cid aparecido en 1307.

Primeros grandes libros 

            "Tiene el libro en sus páginas un poder milagroso" dice en la primera  línea de su poema El libro el poeta nicaragüense Joaquín Sacasa Sacasa.  Y el escritor venezolano Fernando Báez declara:

            "Al igual que los hombres, los libros acabarían siendo constituidos con barro y dotados de la magia del verbo". (Báez, Fernando. "Los primeros libros de la Humanidad" www.forcolaediciones.com 2013.Web)

Hombre y libro conjuntamente, ejercen de hilo conector de la Historia y la Cultura tanto desde su área de origen, hasta lejanos extremos. 

El Sutra del diamante escrito en sánscrito de autor anónimo fue publicado hace 1.145 años. Guardado secretamente en las cuevas de Mogao en China, es de acuerdo a conocedores, el texto más antiguo, venerable y valioso del mundo. 

La Maldición de Agade (Crónicas mesopotámicas de autor desconocido) (2100 a.C.) es otro de los textos antiguos que prevalecen en el mundo. Sin olvidar Himnos de Eneheduanna (2270 a.C.) que representa la más antigua mención a la princesa y poetisa Eneheduanna, hija del rey Sargón de Akkad.

Y por supuesto, Génesis, primer libro de la Torá o Pentateuco atribuido a Moisés, que según algunos estudiosos fue escrito entre el 1440 y el 1400 a.C. 

Algunos historiadores han mencionado que Los Códices mayas son libros provenientes de la cultura maya prehispánica en cuya escritura se emplearon glifos tan antiguos como el siglo III a.C. (Saturno, Stuart y Beltrán, pp1281-1283 2006), que aun no han sido totalmente interpretados. Esto, no ha sido comprobado, aunque se acepta como verdadera la destrucción llevada a cabo durante la conquista por colonizadores  y misioneros de todo documento prehispánico que sirviera de prueba del nivel de civilización alcanzado por los indígenas.   

¿Quienes escribían en esas remotas épocas?  

Si bien en los primeros tiempos la fuente de inspiración (universal) para componer textos literarios provenía de la memoria popular, pocas personas dominaban la escritura. Seguramente debido a eso, nuestros antepasados respetaban lo escrito a tal extremo que los primeros libros fueron guardados en lugares sagrados, sus autores, mantenidos en prudente anonimato rodeados de secretismo.

Papel importante en el mundo de las primeras letras fueron los “escribas” o “copistas” quienes eran los encargados de plasmar en caracteres alfabéticos diferentes textos. Tenían por tanto, que haber recibido esmerada instrucción y ser capaces de leer, escribir y contar. Existe gran duda sobre si en las primeras épocas de la escritura las mujeres podrían haberse desempeñado como escribas, incluso se cuestiona si hubiesen ejercido roles importantes en la sociedad. Autores como Ronald T. Williams concede que en algunas ocasiones eso hubiese sido posible siempre que ellas recibieran una educación similar a la de los hombres, lo que no era lo común. 

Con todo y eso, hay indicios de lo contrario. La historia de Idut, una señora de ascendencia real que vivió en Egipto durante la dinastía VI es un ejemplo de una mujer escriba. En su tumba en Sakara se encontró una representación de ella en una barca sobre la cual se ven algunos objetos como la paleta de escriba, rollos de papiro y vasos donde se disolvían en agua las pastillas de tinta.  

También, parece ser que el primer poema de amor fue escrito por una mujer sumeria, esposa del rey King Shu-Shin. La tabla de arcilla que contiene el poema, con la dedicatoria: "de tu amante esposa que ha tenido un hijo" fue desenterrada a finales de la década de 1880 en Nippur (la región que hoy ocupa Irak). A Wei Chuangjiang, otra señora que vivió en China hacia la mitad del siglo VIII a.C. se le atribuyen canciones recopiladas en El libro de la poesía, uno de los primeros revelados.  

Y, de acuerdo a declaraciones dadas por la escritora española,  Clara Janés (2015) el primer autor conocido fue precisamente la poetisa Eneheduanna, la hija del rey Sargon fundador del Imperio Acadio.

Más cuando llegamos a tierras familiares, un velo aun más denso cubre la información del rol de la mujer en las culturas prehistóricas americanas, lo que  incrementa la controversia. 

Algunos historiadores han expresado que en la región centroamericana  la sociedad indígena prehispánica originalmente era matriarcal, y, que la mujer tuvo posiciones elevadas llegando algunas a ser gobernantes; otros en cambio, sostienen que, aunque es posible que el matriarcado existiera en algún momento, no existen documentos históricos que afirmen el absoluto predominio de la mujer.

Lo que sí parece innegable es que en el Nuevo Mundo, las mujeres sufrieron abusos de degradación al punto de llegar a ser consideradas como objetos.

En Nicaragua, El Guegüense o Macho Ratón obra teatral anónima, es reconocida como la más antigua obra de la literatura mestiza escrita después de la conquista. Por mucho tiempo dícese que las letras nicaragüenses las escriben los varones.  Si alguna fémina osa plasmar su inspiración por escrito, probablemente la guarda en el fondo más recóndito de su habitación. Para sus ojos solamente. Aquellas mujeres moldeadas a la usanza de los valores establecidos por los españoles durante la conquista y el mestizaje,  obedecían las expectativas  de sumisión, dependencia y fidelidad que les eran exigidas.

Empero, no eran las únicas que ocultaban sus obras. Por largo tiempo, mujeres en todo el mundo optan por abstenerse de revelar su habilidad literaria; hasta que se descubre que por siglos, muchas de ellas han hecho públicas sus producciones de forma anónima o, han firmado con nombres masculinos. 

Tiempos modernos

Podemos decir que hoy día, aunque el mercado literario sigue ofreciendo más obras de autores que de autoras, las mujeres ya no tienen que esconderse bajo pseudónimos varoniles, su participación en el mundo de las letras es cada vez más frecuente, como apreciada.

El laureado escritor nicaragüense Sergio Ramírez señala en Enciclopedia de Nicaragua [La literatura nicaragüense]:      

    La aparición de las voces femeninas en la poesía nicaragüense tiene el carácter de un verdadero relevo, porque su presencia nutrida, y la calidad de las escritoras, vienen a marcar un nuevo rumbo para nuestra literatura, y a darle una nueva fortaleza.

Los antecedentes más notables de la poesía femenina nicaragüense se encuentran en Piedad Medrano Matus (1914), que tomó los hábitos religiosos de la orden de La Asunción bajo el nombre de Madre Rosa Inés, autora de un solo libro de poesía mística, El amor que me cautiva (1998); en María Teresa Sánchez (1918-1994), animadora del Círculo Nuevos Horizontes en los años cuarenta, y autora de varios poemarios entre los que destacan Sombras (1939) y Poemas de la tarde (1963); y también en Mariana Sansón Argüello (1918), que escribe una poesía de carácter íntimo y subjetivo, mejor resumida  en su libro Las horas y sus voces (1986). (Ramirez Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes)

Pero no se puede negar que los hombres han escrito textos memorables.  La Biblia fue escrita por los Apóstoles, que son hombres. En el siglo XVI están Miguel de Cervantes y William Shakespeare, hombres que han sido esenciales en la evolución cultural y social en el desarrollo del ser humano desde un punto de vista artístico y creativo.

¿Qué hay entonces de la interrogante que hemos tratado de contestar en este ensayo? ¿Cuál de nuestros antepasados, hombre o mujer habría encendido la chispa persiguiendo la necesidad de comunicarse, de compartir, de instruir y  legar? ¿Cuál pues, de ellos ha demostrado hacerlo mejor despertando así más interés por su lectura?

Según Darwin, el hombre definitivamente. Sin embargo esa teoría del famoso científico naturalista no ha sido comprobada y hasta el momento, nadie con autoridad irrefutable ha precisado una respuesta adecuada. Lo cierto es que cuando aquellos seres primitivos inventaron grabar signos relacionados con sonidos para exponer  sus experiencias, dieron un paso al frente. Sus iniciales simples dibujos inauguraron la ruta a la cultura, abriendo el camino a la comunicación permanente; aunque también establecieron otro reto: el de saber interpretarlos, el de poder leer.  

Desde entonces, el interés social y formativo que la lectura ha brindado marca la historia de la humanidad.  

3. Conclusión

Apartando la lectura obligatoria (estudios/investigaciones) se puede fácilmente observar que para algunos, leer es un placer que conjura la magia de imaginar; un vehículo que transporta a lugares remotos, una entretenida forma de aprender o repasar la Historia. Otros, leen para satisfacer la curiosidad emocional y psicológica.  De uno u otro modo, las bases originales no han cambiado: la oralidad en nuestros días continúa desembocando en escritura.

Pero, contestar categóricamente la pregunta, ¿Despierta más interés un libro escrito por un hombre o por una mujer? resulta un poco más intrincado. 

A la fecha, la mágica llama de la inspiración continua prendiendo el deseo del hombre a exponer sus pensamientos con el objeto de legarlos a la posteridad e igualmente lo hace la mujer. Escribir como leer, son actividades voluntarias que conviene practicar con plena libertad. Cada persona decide por sí misma. 

Por tanto, podemos decir que lo que no ha cambiado en el ser humano, sea hombre o mujer es el Espíritu de Superación, que como en un principio, ahora y siempre ha incitado al ser humano desde el primer instante de su existencia  a luchar, a evolucionar, a buscar nuevos caminos y a emprender nuevas aventuras para tener mucho que contar a las generaciones futuras. Su heredero universal, el público, ejercerá la libertad de escoger cuando, como y a quien leer.

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"HOMBRES Y MUJERES QUE HAN CREADO EL VALEROSO ESPÍRITU LEONÉS" --TERCERA ENTREGA.

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