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1. Introducción
El debate de los
géneros no es exclusivo a la Literatura.
Desde hace mucho tiempo, la
balanza que valúa la relación hombre-mujer viene inclinándose hacia una
asimétrica jerarquía que acusa preponderancia al sexo masculino. Reflexionando
sobre lo mencionado, viene a la mente si la interrogante: ¿Despierta
más interés un libro escrito por un hombre o por una mujer? es una inocente
inquietud o implica una trama que podría conducir a desenmarañar el nudo de la
supremacía intelectual en el género.
La tarea de
esclarecer esa duda es compleja y ya ha sido emprendida por destacados
historiadores. Este breve ensayo sigue con curiosidad esas huellas y desanda el
camino recorrido por la palabra desde sus comienzos, en busca de algún indicio
que derrame luz sobre si la especie
humana alcanzó su desarrollo intelectual
gracias a un diseño implantado en su estructura original que concediera
liderazgo a uno de los dos sexos: femenino o masculino y por lo tanto,
genéticamente, uno de ellos disponga de
más capacidad, más habilidad, más categoría, para contar mejor o enseñar más que el otro.
Hasta ahora, lo
que se ha constatado es que la humanidad sostiene su existencia en el proceso
natural que requiere igual participación de los dos sexos. Veremos si estos
repasos logran descubrir algo novedoso.
2. Desarrollo
El paso de los
siglos ha trazado un profundo caudal de vivencias y circunstancias —asociadas desde luego con el
desarrollo y la evolución—
que ha ido forjando y sedimentando la HISTORIA. Así con mayúscula, con el
respeto y la distinción que merece, pues es el componente que conforma la
existencia del ser humano y deja establecida la memoria colectiva. Todo es, en
definitiva, historia, o se convierte en ella. Incluso el futuro aguarda por
nuevas premisas que se añadirán a esa maravillosa Historia de la
Humanidad.
El detonante que arrastra el origen de la
humanidad tiene su punto de partida en dos entes distintos, pero
complementarios: el hombre y la mujer, o lo que es lo mismo, los dos géneros,
el femenino y masculino, imprescindibles para la continuación de la especie
animal, que, salvo unas pocas (quizás por primitivas), requieren de la
interacción macho y hembra para sostener la continuidad del reino animal. La
raza humana demanda para su sustento la unión del hombre y la mujer (hay, desde
luego, procedimientos médicos para evitar el contacto físico, pero éste de
momento no se logra sin la fecundación de un óvulo aportado por la mujer, por un
espermatozoide suministrado por un hombre). Este hecho aparentemente elemental
lleva a los orígenes de la creación. ¿Cuál de ellos puede reclamar la supremacía, el hombre o la mujer? ¿Lideró la evolución de nuestra raza, el
hombre o la mujer? No hay respuestas.
La Biblia plantea que Dios creó al hombre y de una de sus costillas hizo a la mujer. Bella teoría, que solo tiene una respuesta desde la fe y la existencia de un creador omnipresente y todopoderoso. Por ello se le da los términos de altísimo, supremo, hacedor, el Señor. Pero en la práctica la verdad, una única verdad, no la ha podido establecer nadie, por lo que existen muchísimas versiones al respecto, que no es el propósito de este trabajo deslindar.
Lo que sí intentará este trabajo es ahondar en el análisis: ¿Despierta más interés un libro escrito por un hombre o por una mujer? Hay una respuesta quizás sencilla: el libro que más interés despierta es el que esté mejor escrito, el que aporte nuevas ideas, el que toque las fibras del lector, el que trascienda su época, es decir, el que logre permanecer en la historia. Pero la idea a desarrollar es mucho más abarcadora.
Parte del desarrollo de la creatividad y a quién le pertenece la más relevante autoría de un libro, tiene que ver con las comunicaciones. ¿Cuánta participación habrá recaído y recae sobre el cerebro de las féminas en el ancestral pero continuo proceso de evolución de la raza humana?
Como
para esta nueva pregunta no hay que partir de conceptos religiosos, resultará
más fácil estimular la reflexión sobre el tema, lo que permitirá sustentar y
exponer, aunque sea brevemente, los orígenes de la escritura, su
desenvolvimiento y alcance hasta la fecha.
El análisis es más bien un
ejercicio de nebulosos resultados; a veces, la balanza parece inclinarse hacia
la supremacía del hombre, para en otras irremediablemente favorecer a la
mujer.
Lo que quizás sea más plausible
apoyar, es la percepción de que desde su primer instante el ser humano, sin
distingo de sexo, fue imbuido con un espíritu de intuición que le nace como un
leve palpitar desde las profundidades de su subconsciente y va lentamente
empujando al cerebro, obligándolo a imaginar, a suponer, a discurrir, a dar
forma, hasta que un buen día estalla y se materializa. Es precisamente cuando ese espíritu de intuición
estalla y se une al conocimiento
adquirido por el contacto con la naturaleza y con sus semejantes, lo que ha permitido al ser humano fomentar el intelecto para ir descubriendo aptitudes, alcanzando habilidades y, desarrollando
herramientas en su cotidiano andar que
le permitan mejorar su vida. Una de las más valiosas de esas “herramientas” ha
sido la escritura. Mi intento en este ensayo es entender como la obtuvimos.
El animal que habla
Casi todas las especies se
comunican entre ellas. Lo que en definitiva es una necesidad para crear un
orden, un equilibrio, un balance y una disciplina de convivencia. Los
documentales mostrados en la televisión que minuciosamente estudian las vidas
de diversos animales, desde las hormigas en su laboriosidad, o los pingüinos en
Alaska, conducen a un término común: comunicación. Todos los grupos
tienen una manera para hacerlo, pero el ser humano es el único que ha
evolucionado su método cardinal consistente en gestos y sonidos, hasta
desarrollar el lenguaje, o sea, el sistema de comunicación oral, que es el más
codiciado y avanzado. El uso de palabras estructuradas de manera convencional
para expresar deseos, sentimientos y nombrar las cosas que le rodean. Esta
habilidad es propia por igual, en hombres y mujeres. No hay diferencia alguna
en la manera de expresarse ante un hecho determinado. Aunque sí hay sutilezas:
la mujer es más hipersensible, soporta con mayor estoicismo el dolor, es en
muchos aspectos más práctica. Por su parte el hombre tiende a buscar el
resultado final, se entrega a la naturaleza y la enfrenta, es muchas veces más
cerebral.
Desde la época que habitaba en
cavernas el hombre primitivo producía sonidos guturales porque carecía de
un lenguaje articulado. Pensemos en las personas que hoy en día no tienen el
don del habla, pero se comunican con sonidos y gestos. Así fue el hombre en su
momento. El manejo de la mímica, con el propósito de compartir las diversas
experiencias y compendios encontrados en su camino, llevó en el proceso de la
evolución a convertir un sonido, una y otra vez repetido para indicar algo en
específico: lo que hoy llamamos la palabra. Y un sonido diferenciado de otro,
indicaba otra situación, y ese “ruido” devino en otro término, hasta que muchas
palabras alcanzaron la dimensión de frase, de oraciones. Pero antes de las
palabras esos mismos hombres y mujeres, que no podían nombrar a un bisonte, lo
pintaban en sus cuevas. Ahí están las cavernas con pintura rupestre cuya simbología,
todos podemos identificar. Quizás de las más conocidas sean las Cuevas de
Altamira.
Entonces, ¿Fue el hombre el primero que usó sus manos para
recrear lo visto? ¿O
fue mujer la primera en hacerlo? ¿Quién
de ellos, hombre o mujer, ideó como forjar figuras con las manos? ¿Cuál de ellos, hombre o mujer, descubrió que si usaba
el poder de sus manos para trazar un recuerdo, ese recuerdo cobraba forma? No
se sabe.
Lo que trascendió es que el
dominio de ese poder dibujar con las manos derivó en escritura, pues a uno de
ellos, mujer u hombre, se le ocurrió que si combinaba el
lenguaje a ese poder de las manos, lograba establecer permanencia. Esa
creación incluye por igual, a las mujeres y los hombres, pues la escritura es
parte de la evolución y desarrollo del ser humano. El lenguaje y la escritura
es lo que distingue y ha hecho al ser humano superior al resto de las
especies.
Sin embargo, no se sabe a ciencia
cierta cuándo le fue dado al ser humano el don de la palabra aunque se atribuye
el privilegio a nuestros primos lejanos los neandertales quienes según se dice,
vivían en comunidades sociales unos 500,000 años atrás. De lo que si podemos
dar fe gracias a la investigación antropológica realizada entre los diversos
pueblos del mundo, es que hablar, permitió al hombre crecer, modernizarse,
dejar testimonio de su tiempo. Comenzando con símbolos como los jeroglíficos
egipcios (aunque todavía queden muchos por descifrar) o, el Popol Voh (que
también sigue siendo un gran misterio), pero que en general le permitió crecer
y desarrollarse, es decir, comenzar a comunicarse a través del lenguaje
escrito.
También, al principio, los
conocimientos y las experiencias se transmitían de generación en
generación mediante la oralidad. Los mayores a los jóvenes, los nuevos padres a su prole, y así
sucesivamente. Eso es lo que ha permitido, junto a la escritura, transmitir lo
que hoy llamamos “una cultura”. La propagación de boca en boca de esas
experiencias primigenias cuyo principal soporte era la memoria, ha sido la base
del mejoramiento y el crecimiento social. La cultura oral fue cimentando las
costumbres, divulgando mitos, leyendas, popularizando tradiciones,
construyendo la Historia.
Perfectamente se puede asumir la
oralidad como base de la “escritura”. Todos sabemos que Homero
no escribió La Ilíada ni La Odisea, que estas historias épicas que se le
atribuyen se transmitieron de voz en voz, de generación en generación hasta que
alguien comenzó a asentarlas en papel. Este es uno de los más claros
ejemplos de la importancia de la oralidad, o lo que es lo mismo, la literatura
oral, que en este caso se engrandece con la escritura. En esencia, las
narraciones orales representan el ambiente humano y social alcanzado por cada
comunidad primitiva. Quizás por ello difieren tanto en las diversas regiones
del mundo de acuerdo a la cultura ancestral de cada pueblo. En
nuestros días la influencia de la oralidad comienza en la infancia. Los pequeños escuchan a sus padres contarles
historias, luego leérselas a la hora de irse a la cama, hasta que ellos mismos aprenden
a leer; algunos se convierten en buenos lectores y escritores.
Fijando la palabra
Tras conquistar el habla, nuestros antepasados se vieron en la necesidad de plasmar esas palabras. En
un tiempo se cincelaba en las piedras, como se atribuye a las Tablas de Moisés,
con los Diez Mandamientos. La idea de fijar esas narraciones para darles
permanencia y proyectarlas en el tiempo, es decir, colocarlas en la Historia,
fue el combustible que abrió el camino que llevó a la escritura.
Esa misma necesidad de dejar
testimonio trajo consigo dibujos con elementos pictóricos y pigmentación para
lograr resaltar los símbolos. En ellos, el hombre o mujer primitivos
representaba a través de simples dibujos, objetos, cosas, conceptos o
formas que los hubieran impactado estableciendo sin sospecharlo la
protoescritura. Pero, ¿quiénes pintaban dentro de las cuevas, los hombres o las
mujeres? ¿Serian los hombres quienes eran los que salían de caza o tal vez las
mujeres que se quedaban en casa imaginando lo que ellos traerían consigo? Se
estima que algunos de los más antiguos de esos trazos hallados se remontan a
Tanzania (sureste del continente África). Posteriormente, aparecería un sistema
importante de dibujos que llegarían a inventar tres tipos básicos de escritura:
jeroglífica, hierática y demótica; esta última correspondiente al Periodo
tardío de Egipto. Luego, Mesopotamia ubicada en la actual Iraq, implementaría
las primeras formas de escritura cuneiforme.
Existen seis lugares en el mundo
donde se inventó la escritura de manera independiente: Mesopotamia, Egipto,
China, Valle del Indo, Mesoamérica y la Isla de Pascua. Se estima que en Mesoamérica
la escritura fue inventada por la cultura olmeca a lo largo del primer milenio
antes de Cristo. (Elena San José Ortigosa, Diego Ruiz Pérez, "Los
sistemas de escritura mesoamericanos, México, Noticonquista". http:www.noticonquista.unan/mx/amoxtli/1987/1985.
Visto el 02/05/2021). Sin embargo, aún
persiste la pregunta: ¿A cuál de nuestros antepasados debemos tal avance?
¿Al hombre o a la mujer?
Los sumerios creían que Innana, diosa
del amor y la belleza, soberana del sexo, el deseo y la fertilidad, le robó la
escritura al dios Enki dueño de la Sabiduría mientras este estaba borracho y se
la otorgó a la humanidad.
Los egipcios en cambio, adjudican
la creación de la escritura a Tot.
Tot es el Dios de la sabiduría,
la escritura, la música y los sueños. Vale señalar como detalle curioso que Tot
no es un hombre, tampoco una mujer, es un ser con cabeza de Ibis, o sea cabeza
de ave. Un ser híbrido, de los cuales hay varios en las distintas culturas,
como las sirenas, parte mujer, parte pez; o el propio Kukulcan, Dios Maya, que
es serpiente y es ave, pues es la Serpiente Emplumada. Entonces, tomando en
consideración esos detalles, se podría decir que la creación de la escritura no es atribuible al
hecho de ser hombre o mujer. Además, se
puede presuponer también que la escritura y el habla pudieron ser aportadas por
visitantes extraterrestres. Todo está plagado de teorías, de leyendas
maravillosas, de sorprendentes mitos. Quizás esas creencias sean solamente una
alegoría, lo que sí es más factible asegurar es que la escritura nació como
fruto directo de la tradición oral.
La prodigiosa imaginación que
bulle en la mente humana seguiría explorando nuevos caminos, evolucionando,
conjugando signos con sonidos fonéticos, siguiendo, casi por instinto, el deseo
de concretar el lenguaje, plasmarlo y trasmitir por su medio la historia y la
cultura de manera más estable.
Se cree que trabajadores semíticos
en la zona egipcia del Sinaí fueron quienes lograron desarrollar el primer
sistema de escritura totalmente alfabético hacia el 1850 a.C. Aunque no se sabe
a ciencia cierta si la practica alcanzó a difundirse a otros lugares o surgió
espontáneamente en diferentes culturas, sabemos que el camino de la escritura
ha sido largo y tendido: China, Mesopotamia, Egipto, México, y que se alimentó
de la narración oral. La epopeya de Gilgamesh, una narración de origen sumerio
grabada en tablillas de arcilla con escritura cuneiforme, cuya primera versión
se remonta al año 2000 a.C., es sin duda buena prueba de
ello.
Principios de la literatura escrita
Una vez establecida la escritura,
nuestros antepasados tuvieron no solamente la oportunidad de narrar sus
experiencias a los jóvenes, sino que de heredarlas de forma más estable a
generaciones futuras plasmando sus pensamientos, conocimientos e ideas con
signos sobre un soporte material que les daría permanencia.
Una de las fabulosas
consecuencias que la escritura ha permitido alcanzar a la humanidad es la
literatura escrita, que continua aquel
impulso de mandato apenas perceptible en las profundidades de la mente de nuestros
primeros ancestros, y sigue evolucionando lenta pero consistentemente de los
pensamientos a las palabras, de las palabras a los dibujos, de los dibujos a
las letras, de las letras a las representaciones gráficas, hasta que el ser
humano conquista la capacidad de compilar un conjunto de saberes, como la
gramática, la retórica, la poética y obtiene la habilidad, el arte, de asentar
testimonios de hechos correspondientes a cierta época de tal manera que
puedan llegar a ser compartidos con la posteridad.
Este arte que fue desarrollándose
en diferentes localidades del mundo, pronto se convirtió en instrumento
importante para la Historia.
Desde el comienzo, se consideraba
que lo escrito constituía lo apreciado como transcendental. Es decir, lo que
significaba mucho más allá del simple reflejo de sucesos de la vida cotidiana;
por lo que también ha servido para indicar el grado de civilización alcanzado
por un pueblo.
Cuna de la literatura escrita
fue(ron) los grandes imperios mesopotámicos, al igual que Egipto, India, China,
Grecia y Roma. Los primeros textos conforman lo que conocemos como Literatura
Antigua y comprenden hasta el siglo V. Por
su parte, las culturas maya, azteca e inca en América son consideradas de igual
relevancia debido a que también eran imperiales, urbanas y guardaban algunas
formas similares de registro histórico.
En cuanto a la historia de la
literatura escrita en español aparece bajo la clasificación de Literatura
Medieval Edad Media (Siglo V al XV) y nos remonta al siglo X con las Glosas
Emilianenses escrito en forma románica-española. Un siglo después aparecerían
Las Jarchas, breves composiciones liricas de carácter amoroso. Aunque, el texto
considerado fundacional de la literatura en español, sea el Cantar de Mio Cid
aparecido en 1307.
Primeros grandes libros
"Tiene
el libro en sus páginas un poder milagroso" dice en la primera línea de su poema El libro el poeta nicaragüense Joaquín Sacasa Sacasa. Y el escritor venezolano Fernando Báez declara:
"Al igual
que los hombres, los libros acabarían siendo constituidos con barro y dotados
de la magia del verbo". (Báez, Fernando. "Los primeros libros de la Humanidad" www.forcolaediciones.com 2013.Web)
Hombre
y libro conjuntamente,
ejercen de hilo conector de la Historia y la Cultura tanto desde su área de origen, hasta lejanos extremos.
El Sutra del diamante escrito en sánscrito de autor anónimo fue publicado hace 1.145 años.
Guardado secretamente en las cuevas de Mogao en China, es de acuerdo a
conocedores, el texto más antiguo, venerable y valioso del mundo.
La Maldición de Agade (Crónicas mesopotámicas de autor desconocido) (2100 a.C.) es otro de los
textos antiguos que prevalecen en el mundo. Sin olvidar Himnos de Eneheduanna (2270 a.C.) que representa la más antigua
mención a la princesa y poetisa Eneheduanna, hija del rey Sargón de Akkad.
Y por supuesto, Génesis, primer libro de la Torá o
Pentateuco atribuido a Moisés, que según algunos estudiosos fue escrito entre
el 1440 y el 1400 a.C.
Algunos historiadores han
mencionado que Los Códices mayas son
libros provenientes de la cultura maya prehispánica en cuya escritura se
emplearon glifos tan antiguos como el siglo III a.C. (Saturno, Stuart y Beltrán, pp1281-1283 2006), que aun no han sido
totalmente interpretados. Esto, no ha sido comprobado, aunque se acepta como
verdadera la destrucción llevada a cabo durante la conquista por
colonizadores y misioneros de todo documento prehispánico que sirviera de
prueba del nivel de civilización alcanzado por los indígenas.
¿Quienes escribían en esas remotas épocas?
Si bien en los primeros tiempos
la fuente de inspiración (universal) para componer textos literarios provenía
de la memoria popular, pocas personas dominaban la escritura. Seguramente
debido a eso, nuestros antepasados respetaban lo escrito a tal extremo que los
primeros libros fueron guardados en lugares sagrados, sus autores, mantenidos
en prudente anonimato rodeados de secretismo.
Papel importante en el mundo de
las primeras letras fueron los “escribas” o “copistas” quienes eran los encargados
de plasmar en caracteres alfabéticos diferentes textos. Tenían por tanto, que
haber recibido esmerada instrucción y ser capaces de leer, escribir y contar.
Existe gran duda sobre si en las primeras épocas de la escritura las mujeres
podrían haberse desempeñado como escribas, incluso se cuestiona si hubiesen
ejercido roles importantes en la sociedad. Autores como Ronald T. Williams
concede que en algunas ocasiones eso hubiese sido posible siempre que ellas
recibieran una educación similar a la de los hombres, lo que no era lo
común.
Con todo y eso, hay indicios de
lo contrario. La historia de Idut, una señora de ascendencia real que vivió en
Egipto durante la dinastía VI es un ejemplo de una mujer escriba. En su tumba
en Sakara se encontró una representación de ella en una barca sobre la cual se
ven algunos objetos como la paleta de escriba, rollos de papiro y vasos donde
se disolvían en agua las pastillas de tinta.
También, parece ser que el primer
poema de amor fue escrito por una mujer sumeria, esposa del rey King Shu-Shin.
La tabla de arcilla que contiene el poema, con la dedicatoria: "de tu
amante esposa que ha tenido un hijo" fue desenterrada a finales de la
década de 1880 en Nippur (la región que hoy ocupa Irak). A Wei Chuangjiang, otra
señora que vivió en China hacia la mitad del siglo VIII a.C. se le atribuyen
canciones recopiladas en El libro de la
poesía, uno de los primeros revelados.
Y, de acuerdo a declaraciones
dadas por la escritora española, Clara
Janés (2015) el primer autor conocido fue precisamente la poetisa Eneheduanna,
la hija del rey Sargon fundador del Imperio Acadio.
Más cuando llegamos a tierras
familiares, un velo aun más denso cubre la información del rol de la mujer en
las culturas prehistóricas americanas, lo que
incrementa la controversia.
Algunos
historiadores han expresado que en la región centroamericana la sociedad indígena prehispánica
originalmente era matriarcal, y, que la mujer tuvo posiciones elevadas llegando
algunas a ser gobernantes; otros en cambio, sostienen que, aunque es posible
que el matriarcado existiera en algún momento, no existen documentos históricos
que afirmen el absoluto predominio de la mujer.
Lo que sí parece
innegable es que en el Nuevo Mundo, las mujeres sufrieron abusos de degradación
al punto de llegar a ser consideradas como objetos.
En Nicaragua, El Guegüense o
Macho Ratón obra teatral anónima, es reconocida como la más antigua obra de la
literatura mestiza escrita después de la conquista. Por mucho tiempo dícese que
las letras nicaragüenses las escriben los varones. Si alguna fémina osa
plasmar su inspiración por escrito, probablemente la guarda en el fondo más
recóndito de su habitación. Para sus ojos solamente. Aquellas mujeres moldeadas
a la usanza de los valores establecidos por los españoles durante la conquista
y el mestizaje, obedecían las
expectativas de sumisión, dependencia y
fidelidad que les eran exigidas.
Empero, no eran las únicas que
ocultaban sus obras. Por largo tiempo, mujeres en todo el mundo optan por
abstenerse de revelar su habilidad literaria; hasta que se descubre que por
siglos, muchas de ellas han hecho públicas sus producciones de forma anónima o,
han firmado con nombres masculinos.
Tiempos modernos
Podemos decir que hoy día, aunque
el mercado literario sigue ofreciendo más obras de autores que de autoras, las
mujeres ya no tienen que esconderse bajo pseudónimos varoniles, su
participación en el mundo de las letras es cada vez más frecuente, como
apreciada.
El laureado escritor nicaragüense
Sergio Ramírez señala en Enciclopedia de
Nicaragua [La literatura nicaragüense]:
La aparición de las voces femeninas en la
poesía nicaragüense tiene el carácter de un verdadero relevo, porque su
presencia nutrida, y la calidad de las escritoras, vienen a marcar un nuevo
rumbo para nuestra literatura, y a darle una nueva fortaleza.
Los antecedentes más notables de
la poesía femenina nicaragüense se encuentran en Piedad Medrano Matus (1914),
que tomó los hábitos religiosos de la orden de La Asunción bajo el nombre de
Madre Rosa Inés, autora de un solo libro de poesía mística, El amor que me cautiva (1998); en María
Teresa Sánchez (1918-1994), animadora del Círculo Nuevos Horizontes en los años
cuarenta, y autora de varios poemarios entre los que destacan Sombras (1939) y Poemas de la tarde (1963); y también en Mariana Sansón Argüello
(1918), que escribe una poesía de carácter íntimo y subjetivo, mejor resumida en su libro Las horas y sus voces (1986). (Ramirez Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes)
Pero no se puede negar que los
hombres han escrito textos memorables. La Biblia fue escrita por los Apóstoles,
que son hombres. En el siglo XVI están Miguel de Cervantes y William
Shakespeare, hombres que han sido esenciales en la evolución cultural y social
en el desarrollo del ser humano desde un punto de vista artístico y creativo.
¿Qué hay entonces de la
interrogante que hemos tratado de contestar en este ensayo? ¿Cuál de nuestros
antepasados, hombre o mujer habría encendido la chispa persiguiendo la
necesidad de comunicarse, de compartir, de instruir y legar? ¿Cuál
pues, de ellos ha demostrado hacerlo mejor despertando así más interés por su
lectura?
Según Darwin, el hombre
definitivamente. Sin embargo esa teoría del famoso científico naturalista no ha
sido comprobada y hasta el momento, nadie con autoridad irrefutable ha precisado
una respuesta adecuada. Lo cierto es que cuando aquellos seres primitivos
inventaron grabar signos relacionados con sonidos para exponer sus experiencias, dieron un paso al
frente. Sus iniciales simples dibujos inauguraron
la ruta a la cultura, abriendo el camino a la comunicación permanente; aunque también
establecieron otro reto: el de saber interpretarlos, el de poder leer.
Desde entonces, el interés social y
formativo que la lectura ha brindado marca la historia de la humanidad.
3. Conclusión
Apartando la lectura obligatoria
(estudios/investigaciones) se puede fácilmente observar que para algunos, leer es un placer que
conjura la magia de imaginar; un vehículo que transporta a lugares remotos, una entretenida forma
de aprender o repasar la Historia. Otros, leen para satisfacer la curiosidad emocional y
psicológica. De uno u otro modo, las bases originales no han cambiado: la oralidad en nuestros días
continúa desembocando en escritura.
Pero, contestar categóricamente la
pregunta, ¿Despierta más interés un libro escrito por un hombre o por una mujer? resulta un poco
más intrincado.
A la fecha, la mágica llama de la
inspiración continua prendiendo el deseo del hombre a exponer sus pensamientos con el objeto de legarlos
a la posteridad e igualmente lo hace la mujer. Escribir como leer, son actividades voluntarias que
conviene practicar con plena libertad. Cada persona decide por sí misma.
Por tanto, podemos decir que lo que no ha
cambiado en el ser humano, sea hombre o mujer es el Espíritu de Superación, que como en un
principio, ahora y siempre ha incitado al ser humano desde el primer instante de su
existencia a luchar, a evolucionar, a
buscar nuevos caminos y a emprender nuevas aventuras para tener
mucho que contar a las generaciones futuras. Su heredero universal, el público, ejercerá la
libertad de escoger cuando, como y a quien leer.
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