(Como he contado en entregas anteriores, mi familia y yo celebramos la
Navidad del 2019 a bordo de un crucero de cinco días por el Caribe oeste. Esta narración
corresponde al 4º. día y será la última de esta colección)
Temprano de la mañana del 26 de diciembre, 2019, nuestro barco Brilliance of the Seas atracó en el
puerto internacional de Cozumel, México. El sol brillaba sobre las cristalinas
aguas prometiéndonos un precioso día.
Saber que estábamos en tierra mexicana me hacía sentir una emoción
especial porque de niña yo había pasado muchas vacaciones en México con la
familia de mi madre. Todos sus hermanos se habían trasladado de Nicaragua a México
y habían encontrado en ese país una segunda patria.
Precisamente por eso, el día anterior que había sido de travesía y que yo había
aprovechado para terminar de leer el libro de Eddy Kuhl, Rubén Darío según un paisano matagalpa, al llegar a la parte en que
Eddy le pide prestada a Salomón (mi tío, Salomón de la Selva) su máquina de
escribir, aproveché para invitar al tio Sal a venir a Cozumel conmigo. Yo sabía que él iba a aceptar acompañarnos, máxime cuando le comenté que sus
sobrinas, Cecilia y Abigail, tenían gran ilusión por recorrer esa bella isla.
Desde el momento en que pisamos el andén del puerto, la vibrante cultura
mexicana nos impactó. Dándonos la bienvenida grupos de Mariachis tocaban
alegres sones. La Muerte Quirina bailaba mezclándose entre Charros,
Chinas Poblanas y otros representantes, todos luciendo vestuarios típicos. Un
desborde de radiante cortesía que nos llenó de euforia predisponiéndonos a
disfrutar nuestra aventura.
Previamente, mi hija había contratado un Van privado adaptado para usuarios
de silla de ruedas (como yo), para nuestro recorrido turístico. Así que, siguiendo instrucciones, nos paramos a esperarlo justo junto al
gran rótulo que aquí les enseño y que demuestra el buen humor mexicano.
Hipólito, nuestro chofer y guía, llegó un poquito tarde (¿otro rasgo típico?) pero para compensar, resultó amable, solícito y conocedor de la historia de la isla.
"Que formada por rocas calizas
provenientes de los arrecifes, ha existido desde tiempos inmemoriales".
Me pareció oír que Salomón dijo.
Aunque probablemente, era la voz de Hipólito que nos iba informando a
medida que avanzábamos.
Así aprendimos que los primeros pobladores mayas se establecieron en esa
isla hace unos 2,000 años y fueron quienes la bautizaron con el nombre original
Kosom, Lumil, que significa
'Golondrina. Tierra de las golondrinas.' (A mi ese detalle me pareció súper romántico).
Cuando el capitán Juan de Grijalva llegó a Kosom, Lumil (Cozu-mel) en 1518,
creyó ser el primer español que allí
arribaba. Pero un año después, en 1519, Hernán Cortés desembarca en esa isla
con el plan de iniciar la conquista de México y se da cuenta de que en la isla viven
dos náufragos españoles. Cortés les manda mensajeros ofreciendo rescatarlos.
Uno de ellos, Gerónimo de Aguilar acepta y pasa a ser uno de los primeros
interpretes al servicio del conquistador.
El otro, el marino español Gonzalo Guerrero, declina el ofrecimiento ya que
después de ocho años de vivir en Cozumel se había adaptado a sus costumbres indígenas
e incluso se había casado con una dama principal y tenían tres hijos, de aquí
que se le considere el padre del mestizaje en México.
El apellido de Gonzalo Guerrero llamó la atención de las niñas que querían
saber si ese señor seria familia de su abuelo Oscar Gómez-Guerrero; por lo
que, con el objeto de preguntarle al abuelo si ellas serian parientes de esos
niños, insistieron en tomar fotos del monumento que representaba al famoso marino
español con su familia.
Después de una parada en un mercado (yo no me bajé), en donde mis hijos
compraron toda clase de delicias; y, una visita a una fábrica de Tequila, Hipólito
enrumbó para una playa que según dijo estaba un poco alejada del bullicio turístico
pero que ofrecía tranquilidad y belleza natural.
No nos mintió. Punta Morena excedió
nuestras expectativas. Las niñas y sus padres gozaron bañándose en las cálidas
aguas turquesas del Caribe mexicano, y mi esposo y yo, de la
deliciosa brisa y maravillosa vista. Para después, todos,
dar buena cuenta de una gigantesca bandeja de tacos que los mayores acompañamos
con un par de buenas cervezas mexicanas.
—México es privilegiado— comentó Salomón.
Yo apenas si logré cabecear en asentimiento porque las cervezas me habían
llegado y me moría de sueño.
Mucho que aprender en Cozumel, mucho que admirar y mucho que disfrutar en
esa bella isla Kosom, Lumil, o,
Tierra de las golondrinas.
¡Viva México!