Saturday, April 24, 2021

UN FASCINANTE CUENTO DE GINA SACASA EN DIARIONICA.COM

 


2020-12-04 09:55:04

 Un fascinante cuento de Gina Sacasa

Caronte en internet

Por Gina Sacasa-Ross

Allá por el 2006 cuando descubrí las maravillas del Internet y el correo electrónico, caí en tal embobamiento que amanecía y anochecía presa en su 'Red'. La magia de ver aparecer o desaparecer información en la pantalla me absorbía totalmente suspendiéndome en un estado alterado de consciencia.

Era un enajenamiento que me hacía recordar cierta otra antigua y tenebrosa agitación germinada en mi natal, León de Nicaragua, cuando amigos de adolescencia intentábamos comunicarnos con el más allá por medio de la Güija. Era una experiencia que sobrecogía nuestros ánimos especialmente si practicábamos el juego durante una "lunada" en Poneloya, nuestra sencilla comunidad costera que no contando con cines ni con bares, cerraba su vida nocturna a las 10 PM. Así que, el mero hecho de reunirnos a escondidas a medianoche constituía una aventura de marca mayor.

Poseídos de febril ansiedad aguardábamos impacientes a que los ronquidos de nuestros padres indicaran que 'no había moros' en la costa. Entonces, con la adrenalina al tope, escapábamos de casa.

La luna en plenilunio rasgaba las sombras. Sus rayos alumbraban el sendero a la playa donde nos sentábamos alrededor de una fogata. La ondulante masa plateada del mar contribuía al embrujo arrastrando lánguidas olas que extendían a nuestros pies, caprichosos jeroglíficos delineados en blanca espuma. ¿Códigos?, inquirían nuestras mudas miradas. Las almas en un hilo, las bocas abiertas conteniendo la respiración, pendientes de las oscilaciones del puntero que señalaría una a una, las letras requeridas para formar la palabra reveladora. Enfrascados en la actividad prohibidísima por nuestros padres, por la iglesia y aún más grave para mí, por mis tías, 'las niñas Sacasa' que de llegar a enterarse de nuestras andanzas, nos rociarían con agua bendita de pies a cabeza para, según ellas, abrirnos los ojos al peligro que estábamos invocando.

Leer un artículo del escritor argentino, Tomás Eloy Martínez (TEM) surtió en mí —respecto a mi creciente afición al Internet—, un efecto similar al deseado por mis tías con el agua bendita: me dejó temblando los dedos sobre el teclado.

Comentaba Martínez, que esa útil herramienta tecnológica capaz de permitirnos navegar en temas de interés, también conlleva a lugares en el ciberespacio que no tienen nada que envidiarle a los macabros basureros, o a los azarosos callejones de los bajos mundos en las grandes ciudades del planeta.

Mencionaba el periodista, que a la par que el Internet acorta distancias, sirve de enlace entre familiares y amigos, resuelve en minutos asuntos que requerían días o meses para tramitarse, también proporciona —y aquí es donde entra en juego lo siniestro—, un vasto medio para comunicaciones encubiertas, celestinas (en el mejor de los casos) de romances clandestinos, pero perfectamente viable a peores bajas pasiones, negocios turbios o simplemente, una fuente de información que brindada por ingenuos usuarios es aprovechada por vándalos con funestas intenciones. ¡Todo esto, por quien sabe cuánto tiempo! Ya que es difícil borrar entradas una vez que las lanzas a la red informática.

Lo que me parece da pie a una moderna leyenda (y aquí es donde Caronte entra en la Internet) que refiera como esos datos pesarían eternamente sobre sus autores.
Quizá, acumulados en círculos similares a los del infierno descrito por Dante, se escondan los mensajes enviados por depredadores infantiles, quienes silabeando lascivas palabras cuáles venenosas serpientes sigilosas, acechan un movimiento en falso de sus hipnotizadas víctimas para atraparlas.

En otro círculo menos lúgubre, retozarían las despreocupadas comunicaciones electrónicas que esposos o esposas infieles envían a sus amantes concertando citas o intercambiando falsas promesas.

Soterrados en el fondo de ese tecnológico infierno, estarían las tramas de retorcidos espionajes de los tantos servicios de inteligencia del mundo; la revelación de sobornos políticos; escándalos sexuales de personajes públicos y otros secretos detrimentales a la humanidad como enlaces de narcotraficantes o semilleros recónditos de información codificada.
Sin lugar a dudas, el círculo de más desesperación sería alimentado por la angustia de aquellos usuarios que sin medir debidamente las consecuencias pulsan, ‘enviar’ y lanzan per sécula, seculorum sus pensamientos más íntimos y sus intenciones más ocultas a la órbita irrescatable del océano virtual.
Toda esa indeleble información queda grabada para, a lo mejor, incluso ser usada el día del Juicio Final en la famosa balanza que decidirá si tú o yo pertenecemos al grupo de los justos o al de los condenados.
Coral Gables, FL
Diciembre, 2008

PD
Desde el 2008, fecha en que redacté este artículo, la Internet ha multiplicado sus beneficios y... sus riesgos. De la mano de las ventajas brindadas por la comunicación en línea: el correo electrónico, mensajería instantánea, medios de comunicación social, videoconferencias etc., florecen también, los enlaces maliciosos que facilitan a los piratas informáticos perpetrar estafas, robos de identidad, acosos cibernéticos, explotación sexual y trasgresiones como las efectuadas por 'troles' con el objeto de manipular opiniones, crear polémicas o echar a rodar intrigas políticas y falsas noticias.

No cabe duda, que TEM con gran sagacidad periodística advirtió desde aquel entonces los pro y contras de la red de redes.

"HOMBRES Y MUJERES QUE HAN CREADO EL VALEROSO ESPÍRITU LEONÉS" --TERCERA ENTREGA.

 Las ciudades, como los seres humanos, tienen fisonomía y espíritu, características que generalmente identifican a quienes crecen en ellas m...