Tuesday, December 6, 2022

Leyenda de La Purísima Versión de Gina Sacasa-Ross

 



                                                                  Muelle de El Realejo por C.V. Cooper

Cuentan que allá por el año 1562, el militar español Don Alonso de Cepeda iba rumbo al Perú cuando su embarcación fue sorprendida por un vendaval.  Al comienzo, el diestro navegante no dio al fenómeno mayor importancia, pero la furia del viento arreció velozmente, causando olas de gran tamaño que amenazaban con volcar el barco.  Esto sí despertó gran temor entre la marinería, y también en el militar, quien de ninguna manera quería exponer su tripulación ni su barco— a ser destrozados por el huracán.  

El viajero llevaba consigo una bella imagen de la Purísima Concepción que su hermana Teresa de Ávila, religiosa de la orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo, le había regalado con el propósito de que la Virgen guiara y protegiera su travesía.

Invocando la fe de su hermana, don Alonso rogó a la Virgen conducir el barco a un lugar seguro.

Periodista digital.com

Como por obra de un milagro, el viento amainó, la lluvia cesó y la embarcación, aunque un poco averiada, atracó en el puerto del pacífico nicaragüense llamado entonces Puerto de la Posesyon, hoy conocido como El Realejo.

Los lugareños, que eran de amable disposición, se pusieron a la orden de los accidentados para ayudarlos. Cuando descubrieron la santa imagen quedaron enamorados de su belleza, por lo que solicitaron permiso a don Alonso para que sus familias llegaran a conocerla.

La respuesta favorable del caballero corrió como reguero de pólvora entre la gente del pueblo, que en un santiamén logró organizar la visita a la Virgen para las horas de la tarde de ese mismo día. 

Al caer el sol, un gentío (podría decirse que el pueblo entero), se agrupó frente a la embarcación para saludar la dulce imagen de su madre santísima. Un comité creado específicamente para la ocasión, solicitó permiso a don Alonso, para dar hospedaje a la Virgen mientras el barco sufría las reparaciones necesarias. 

Don Alonso encontró razonable la propuesta, por lo que La Virgen fue instalada momentáneamente en la vecina iglesia de El Viejo; lugar donde sus devotos nuevos hijos se juntaban cada día al caer la tarde para con tiernas canciones agradecer a la madre celestial su visita. . . Y, cabe aquí pensar que a lo mejor, entre estrofa y estrofa de alguna de esas melodías, hasta le pidieran que se quedara con ellos. Siendo lo anterior solamente una suspicacia mía porque de tal cosa no quedó constancia alguna.  

Lo que ha quedado perpetuado en la memoria colectiva del pueblo nicaragüense, es que una vez que el navegante hubo reparado su nave y estuvo listo para proseguir su viaje, se encontró con que los locales le rogaban que les dejara su Purísima.

Él, les explicó lo imposible que le resultaba renunciar a la compañía de esa imagen; ellos alegaban que la Virgen les había trasmitido su deseo de quedarse. Por fin, y casi a viva fuerza, don Alonso logró embarcar la imagen y partir. 

Sin embargo, misteriosamente, otra tempestad se formó pocas horas después, y el barco de don Alonso nuevamente se vio embestido tan furiosamente que el militar no tuvo otra opción más que regresar a El Realejo.

Ahí fue cuando don Alonso comprendió que era voluntad y gusto de la Virgen quedarse en aquella humilde aldea.

Con dolor en su corazón por separarse de la imagen de la Virgen, regalo de su querida hermana, el expedicionario puso La Purísima en las manos de las autoridades eclesiásticas de El Realejo.

La Virgen quedó, pues, en El Viejo, en ese tiempo aldea situada a pocos kilómetros de El Realejo, muelle donde desembarcara el hermano de Teresa de Ávila, la monja carmelita de ese entonces, a la que ahora conocemos como Santa Teresa de Ávila.


El fervor de los nicaragüenses por La Purísima Concepción, nacido a raíz de lo aquí relatado, creció de tal forma, que se les volvió costumbre rezar cada año en su honor una novena durante la cual la población entera vestía de fiesta. Los parroquianos engalanaban las calles con flores y banderillas de papel, rezaban y cantaban por nueve días consecutivos.

Con el tiempo, esa devoción se propagó a poblados vecinos.  El 8 de diciembre de 1854 el Papa Pío IX declaró dogma la inmaculada concepción de María, hecho reconocido y celebrado por las autoridades eclesiásticas de Nicaragua.  En la ciudad de León, cabecera del Departamento de ese nombre, se inició la tradicional Gritería que se celebra hasta la fecha todos los 7 de diciembre, o sea la víspera de la festividad de la Purísima Concepción de la Virgen.

A las primeras horas de la noche la población recorre las calles visitando los hogares de las familias que han entronizado la imagen de La Virgen en bellos altares. Grupos de gente saludan a los dueños de casa con el ahora famoso grito de ¿Quién causa tanta alegría? Y los anfitriones contestan: ¡La Concepción de María! Luego se le canta y reza a la Virgen y se reparten refrescos y golosinas.

Actualmente, La Gritería se celebra en muchas partes del mundo, debido a que los nicaragüenses que viven fuera del país llevan consigo esta hermosa tradición mariana y la celebran donde quiera que se encuentren.

https://www.youtube.com/watch?v=CLQd4AlHeYg




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