Muelle de El Realejo por C.V. Cooper
Cuentan que allá por el año 1562, el militar español Don Alonso de Cepeda iba rumbo al Perú cuando su embarcación fue sorprendida por un vendaval. Al comienzo, el diestro navegante no dio al fenómeno mayor importancia, pero la furia del viento arreció velozmente, causando olas de gran tamaño que amenazaban con volcar el barco. Esto sí despertó gran temor entre la marinería, y también en el militar, quien de ninguna manera quería exponer su tripulación —ni su barco— a ser destrozados por el huracán.
El
viajero llevaba consigo una bella imagen de la Purísima Concepción que su
hermana Teresa de Ávila, religiosa de la orden de Nuestra Señora del Monte
Carmelo, le había regalado con el propósito de que la Virgen guiara y
protegiera su travesía.
Invocando la fe de su hermana, don Alonso rogó a la Virgen conducir el barco a un lugar seguro.
Periodista digital.com |
Como por obra de un milagro, el viento amainó, la lluvia cesó y la embarcación, aunque un poco averiada, atracó en el puerto del pacífico nicaragüense llamado entonces Puerto de la Posesyon, hoy conocido como El Realejo.
Los lugareños, que eran de amable disposición, se pusieron a la orden de los accidentados para ayudarlos. Cuando descubrieron la santa imagen quedaron enamorados de su belleza, por lo que solicitaron permiso a don Alonso para que sus familias llegaran a conocerla.
La
respuesta favorable del caballero corrió como reguero de pólvora entre la gente
del pueblo, que en un santiamén logró organizar la visita a la Virgen para las
horas de la tarde de ese mismo día.
Al
caer el sol, un gentío (podría decirse que el pueblo entero), se agrupó frente
a la embarcación para saludar la dulce
imagen de su madre santísima. Un comité creado específicamente para la ocasión,
solicitó permiso a don Alonso, para dar hospedaje a la Virgen mientras el barco
sufría las reparaciones necesarias.
Don
Alonso encontró razonable la propuesta, por lo que La Virgen fue instalada
momentáneamente en la vecina iglesia de El Viejo;
lugar donde sus devotos nuevos hijos se juntaban cada día al caer la
tarde para con tiernas canciones agradecer a la madre
celestial su visita. . . Y, cabe aquí pensar que a lo mejor, entre estrofa y
estrofa de alguna de esas melodías, hasta le pidieran que se quedara con ellos.
Siendo lo anterior solamente una suspicacia mía porque de tal cosa no quedó
constancia alguna.
Lo que ha quedado perpetuado en la memoria colectiva del pueblo nicaragüense, es que una vez que el navegante hubo reparado
su nave y estuvo listo para proseguir su viaje, se encontró con que los locales
le rogaban que les dejara su Purísima.
Él, les explicó lo imposible que le resultaba renunciar a la compañía de esa imagen; ellos alegaban que la Virgen les había trasmitido su deseo de quedarse. Por fin, y casi a viva fuerza, don Alonso logró embarcar la imagen y partir.
Sin embargo, misteriosamente, otra tempestad se formó pocas horas
después, y el barco de don Alonso nuevamente se vio embestido tan furiosamente
que el militar no tuvo otra opción más que regresar a El Realejo.
Ahí
fue cuando don Alonso comprendió que era voluntad y gusto de la Virgen quedarse
en aquella humilde aldea.
Con
dolor en su corazón por separarse de la imagen de la Virgen, regalo de su
querida hermana, el expedicionario puso La Purísima en las manos de las
autoridades eclesiásticas de El Realejo.
La
Virgen quedó, pues, en El Viejo, en ese tiempo aldea situada a pocos kilómetros
de El Realejo, muelle donde desembarcara el hermano de Teresa de Ávila, la monja
carmelita de ese entonces, a la que ahora conocemos como Santa Teresa de Ávila.
Con
el tiempo, esa devoción se propagó a poblados vecinos. El 8 de diciembre de 1854 el Papa Pío IX
declaró dogma la inmaculada concepción de María, hecho reconocido y celebrado
por las autoridades eclesiásticas de Nicaragua.
En la ciudad de León, cabecera del Departamento de ese nombre, se inició
la tradicional Gritería que se
celebra hasta la fecha todos los 7 de diciembre, o sea la víspera de la
festividad de la Purísima Concepción de la Virgen.
A
las primeras horas de la noche la población recorre las calles visitando los hogares
de las familias que han entronizado la imagen de La Virgen en bellos altares.
Grupos de gente saludan a los dueños de casa con el ahora famoso grito de ¿Quién causa tanta alegría? Y los anfitriones
contestan: ¡La Concepción de María! Luego
se le canta y reza a la Virgen y se reparten refrescos y golosinas.
Actualmente,
La Gritería se celebra en muchas partes del mundo, debido a que los
nicaragüenses que viven fuera del país llevan consigo esta hermosa tradición
mariana y la celebran donde quiera que se encuentren.
https://www.youtube.com/watch?v=CLQd4AlHeYg
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